Se han dicho muchas tonterías sobre la imagen social del bibliotecario. Más sobre la bibliotecaria. Y sobre todo se han dicho en inglés. Yo voy a decir una cuantas tonterías más, en español, pero sobre todo voy a intentar colgar fotos que reflejan nuestro lado más extraño.

27.4.06

Índice de materias


Índice de materias permanentemente actualizado de esta bitácora (enero 2006- ) : incluyo nombres propios, conceptos e ideas, actitudes y poses, objetos y sujetos, verbos y adjetivos. No sé si es KWIC o KWOC, pero Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que lo sabrán elucidar.

Lo coloco también ahí a la derecha, que esté siempre a la vista.

Allá vamos, en orden alfabético, por un respeto:

24.4.06

La historia de la increíble bibliotecaria menguante (desenlace)


No moriría, no, queridos niños y niñas. No mientras las fuerzas del bien puedan oponerse a las fuerzas del mal. La biblioteca de nuestra joven amiga se había transformado en un escenario donde se libraba una terrible batalla simbólica, donde se batían las fuerzas enfrentadas del universo: el bien y el mal, la luz y las tinieblas, el yin y el yang. Nuestra joven amiga, la increíble bibliotecaria menguante (ahora convertida en Bat-Girl) junto con las menguadas Super Woman y la Chica Fantástica, se enfrentaba a la Malvada Villana Rubia Teñida, al Referencista Jurídico, y al Ejército de Bibliotecarias Enanas. El escenario: las salas de trabajo del Fondo Antiguo, repletas de bibliófagos. El motivo: la muerte de la Chica del Chándal, y, quizá, la mengua de nuestra joven amiga.

Habíamos dejado la semana pasada a nuestra heroína en manos del Referencista Jurídico con las gafas hechas añicos. Ella se desmayó. La cosa es que de detrás de un compactus con palimpsestos apareció la Bestia del Lago (véase más arriba), que besó a nuestra joven desmayada bibliotecaria en los labios (como en los cuentos de Grimm, habría pensado ella, tan leída); pero, al contrario que en los cuentos de hadas, la rana no se convirtió en príncipe, sino que la menguada desmayada recobró sus originales proporciones, mas no por eso recobró el aliento.

Acudió, rauda y veloz, en auxilio de sus infortunadas compañeras de menguo, a las que pudo restaurar en sus originales y bellas proporciones humanas tras insuflarles aliento de rana (marca ACME) concentrado en un respirómetro con el que contaban los del Fondo Antiguo para los casos de asma sobrevenido ante el polvo librario. De este modo liberó de su pequeñez a Super Woman, que una vez restituída en sus carnes volvió a ser... la chica del catálogo diccionario (quién lo hubiera pensado):


Acto seguido aplicó a Wonder Girl otro frasco de fluido concentrado de batracio anfibio con un casco lecto-respiratorio (marca ACME también, claro) con el que consiguó que ésta se restaurara asimismo en su corpóreo metro y medio; y se convirtió, de nuevo quién lo habría pensado antes... en la cuenta cuentos de la sección infantil.

Nunca se habría pensado en tan buen equipo de super-heroínas bibliotecarias: la tejueladora nuevamente des-menguada, la ordenadora de fichas del catálogo diccionario, y la cuenta-cuentos infantil, ayer menguadas y amenazadas, hoy restituidas en su plenitud merced al aliento del batracio (que las convirtió para siempre, todo hay que decirlo, en bibliotecarias anfibias, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión...-dijo ella, tan culta, acordándose de Michael Ende).

La cosa es que aquí las vemos posando para la posteridad a las tres bibliotecarias, tan contentas y tan monas ellas, como cuando en las películas americanas de miedo al final amanece, deja de llover y hace un día precioso y la orilla del lago que tanto miedo daba al final parece que hasta apetece darse un chapuzón. Así:



Pero ¿y qué pasó con la chica del chándal? ¿Y las enanas bibliotecarias en batallón de ataque? ¿Y la villana malvada rubia teñida? ¿Y el referencista jurídico? ¿Y el mostruo de la laguna? ¿Puede esto quedar así, como si tal cosa? ¿O es que también, como en las películas americanas de miedo, al final y a lo mejor en los títulos de crédito nos van a dar otro respingo de susto?

No, amiguitos, no, que aquí todo tiene remedio y número propio en la CDU.

La chica del chándal no era un cadáver aún caliente cuando la encontró nuestra joven amiga recostada en el Digesto de Justiniano a primera hora de la mañana: es que se había quedado dormida la tarde anterior trabajando sobre sus erratas en el "quorum" y nadie la vio al salir y apagar las luces, y la chica estaba tan falta de sueño que allí se quedó toda la noche. Por eso la encontró por la mañana ANTES de abrir la biblioteca (si recordáis el primer episodio). Se recuperó tanto al dormir en el Fondo Antiguo que hasta mejoró su aspecto, dejó la tesis y se hizo top-model. Aquí la tenemos:



¿Y la villana malvada rubia teñida? Encontró la horma de su zapato: había llegado tan temprano para hacer méritos ante la directora, porque quería salir de Proceso Técnico para pasar a trabajar a Fondo Antiguo, su pasión desde niña. La colocaron en el Fondo Encadenado y nunca más volvió a teñirse de rubia ni a pintarse la raya en el ojo. En realidad nunca más volvió a salir. Se convirtió en bibliotecaria encadenada.


Pero ¿y el referencista jurídico? ¿No había atrapado a sus jóvenes colegas en frascos de vidrio reducidas? La cosa es que el referencista había estado sometido a una fuerte medicación últimamente, nadie lo sabía con seguridad, lo cual le había agriado el carácter. Pero, pasados unos meses, cual crisálida respingona y tras una baja incentivada voluntaria de 3 semanas despues de cobrar la paga de Navidad -y tras su paso por Corporación Dermoestética, adivinaron las harpías de sus compañeras- el referencista jurídico volvió al trabajo convertido en... ¡la referencista jurídica! Hela:


Todo esto pasó hace mucho tiempo y como la memoria es selectiva nadie quiere acordarse con exactitud de los hechos. Nuestra joven amiga no terminó de saber si fue sueño o pesadilla su reducción corporea, la chica del chándal no volvió a pisar una biblioteca ni a tocar un libro, sus compañeras bibliotecarias no tenían cada una más que una visión fragmentaria de los acontecimientos, de modo que al final tuvo que ser la bestia del lago la que protagonizara una película en la que -con ciertas licencias poéticas- se contaba el suceso. Aquí la carátula del DVD:


...y aquí lo vamos a dejar. Creo que quedaron claros los riesgos de cenar Telepizza. No olviden vitaminarse y supermineralizarseeeeeeeeeeeeeeee.




20.4.06

La historia de la increíble bibliotecaria menguante (continuación)


Nuestra joven amiga no podía dar crédito a sus ojos: el taconeo que había escuchado acercarse a la sala donde yacía aún caliente el cadáver de la chica del chándal no era ya tal taconeo sino un toc toc toc, toco toco toco, tron tron tron, que anunciaba la presencia de un real ejército de tacones, como pudo comprobar despues de subirse a un escabel desde donde vió acercarse un ejército de bibliotecarias menguantes:


Era todo muy confuso, pero nuestra joven amiga, la increíble bibliotecaria menguante, empezó a atar cabos desde dentro de una caja de balduque en la que se refugió y consiguió pasar desapercibida por las enigmáticas bibliotecarias enanas; su situación le hizo recordar, ella tan culta era aficionada al cine clásico, una escena de "The incredible shrinking man" en que éste se refugiaba del ataque de un gato en una casita de muñecas.


Pero también recordó, con horror, otra escena en la que el increíble hombre menguante se veía atacado por una horrible araña peluda, y se acordó de las moscas que hace un rato habían sido sus aliadas y podrían convertirla en su desayuno...


Pero ¡no! si las moscas yacían espatarradas entre las páginas de un gordo mamotreto, por obra de la villana malvada rubia teñida. Nuestra joven amiga no tenía qué temer en este sentido, pues su biblioteca había obtenido recientemente el codiciado ISO 6900069-1 sobre desinsectación y desratización de instituciones públicas. ¡Uff!

Se sentó de nuevo sobre el rollo de balduque y siguió atando cabos:
  • ella menguaba y menguaba, sin ton ni son
  • la villana malvada parecía esperarla esa mañana
  • la chica del chándal había muerto a manos de algún (o alguna) gafotas
  • la villana malvada ¿llevaba gafas? No lo recordaba
  • pero había atacado a sus moscas (bueno, se había defendido del ataque de las moscas)
  • un ejército de bibliotecarias menguantes había surgido en la biblioteca, de repente
Si había algo importante en todo esto era sin duda la muerte de la chica del chándal, porque los demás acontecimientos al fín y al cabo encajaban dentro de un orden surrealista y poético pero orden al final: cuando ya no le quedaba más balduque donde seguir atando cabos, se salió de la caja, bajó de la estantería saltando entre los Aranzadis y brincó (¡ooops! se sorprendió de su inusitada agilidad) hasta la mesa del referencista jurídico, junto a una grapadora y allí, estremecida, vió reflejada su imagen en la pantalla del ordenador:

"¡Cielo santo! ¡Por todos los Snoopies! ¡Me cago en Mevil Dewey!" Estremecida, ya digo, comprobó que, amén de menguar, se había transformado en Bat-Girl. "Joer, ¿qué cené yo anoche?" se preguntó.

Pero no era tan sencilla la cosa como ¡pun! llamas al Telepizza y tienes un mal sueño: allí estaba ella, era verdad, se pellizcó los ojos por debajo del antifaz y comprobó que no era un sueño. Caminó sobre la mesa del bibliotecario referencista jurídico pero ¡oh cielos! allí estaba él, con sus gafas estrafalarias, agarrando en una mano ¡a Wonder Girl menguada! y en la otra ¡a Super Girl menguada, metida en un frasco!



De nuevo teníamos un malvado villano frente a frente: si la rubia teñida no había vuelto a salir a la palestra (pero no la olvidemos aún) era ahora el referencista jurídico de las estrafalarias gafas el que parecía llevar por el mango la sartén del asunto malvado. No se lo pensó dos veces: nuestra joven amiga, ahora convertida en Bat-Girl, merced a su desmedida fuerza propia de superheroína y a su avezada sagacidad de la que ya se ha hablado aquí, arrojó con certera puntería la grapadora contra las gafas del referencista jurídico, que se hicieron añicos. Se acordó del gigante Polifemo, ella tan leída y tan culta; pero vió a continuación cómo, sin petañear, el malvado gafotas se deshizo de los añicos con un martillito que guardaba en el cajón desde sus tiempos de opositor a judicaturas.


Pasaron por la cabecita de nuestra joven amiga imágenes confusas, como vistas en un Cinexín, de sus compañeras de trabajo (¿qué había sido de todas ellas?), de su abuela bibliotecaria (que le recomendó esta profesión) y, por alguna razón, de su profesora de Botánica. Sabía que los moribundos y los ahogados tenían estas visiones: ¿iba ella a morir?





lo sabremos la próxima semana.

12.4.06

La historia de la increíble bibliotecaria menguante



Era de noche y sin embargo llovía. Nuestra joven amiga tomó entre las manos, a tientas, su despertador y lo estrelló contra la pared, como cada mañana. Y como cada mañana también, se levantó de la cama renegando de su condición de madrugadora. ¿He dicho que se levantó? No amigos, lo que hizo fue intentar levantarse, pero no pudo: sus pies no le llegaban al suelo estando ella sentada en la cama. Se quitó las gafas para pellizcarse los ojos y comprobar que no estaba soñando, y entonces averiguó que se había convertido en...


Asumido que hubo su nueva condición, y siendo como era una bibliotecaria culta y leída, se acordó de inmediato de Gregorio Samsa (el protagonista de La metamorfosis de Kafka, que amaneció convertido en una cucaracha) y se dijo "¡Pues ahí me las den todas! Prefiero ser una bibliotecaria menguante que un oficinista cucaracha". Y no le faltaba razón a la muchacha, para qué nos vamos a engañar.

Y se dijo para sí misma: "Total, para lo que está una, todo el día sellando y tejuelando, registrando y recepcionando, detrás de una mesa en la que ni se me ven las piernecillas; si llego antes que las chicas de Proceso Técnico pues ni se entera nadie..."


De modo que nuestra joven amiga se vistió aceleradamente, no desayunó, y salió hacia el trabajo andando a buen paso. Habitualmente viajaba en bicicleta por las calles de su pequeña y tranquila ciudad de provincias, pero lo menguado de su talla circunstancialmente se lo restringía. "¿Circunstancialmente?" pensó ella. "Sí, circunstancialmente", y suspiró.

Cuando llegó a la Biblioteca y se fue a sentar en su puesto de siempre en Proceso Técnico, se encontró ¡horreur! con que se le habían adelantado. Esa cotilla de rubia teñida, esa advenediza de los vestidos primaverales, se había adelantado a nuestra joven amiga y había empezado, como si tal cosa, venga de registrar y precatalogar, venga de sellar y tejuelar, venga de recepcionar y aperturizar.


Pero no la había visto ni por el rabillo del ojo con la raya mal pintá que llevaba la rubia teñida, de modo que nuestra joven amiga pudo pararse a pensar un momento, a ver qué hacía. Se acordó, nunca viene mal, que había leído por ahí, en una bitácora desmelenada, que Bat-Girl era bibliotecaria en su vida privada, y que entre sus habilidades de superheroína se encontraba la sagacidad (propia, por otra parte, de las bibliotecarias comme il faut). Y se dijo: "Piensa algo, mujer". Claro, ya no se trataba sólo de espantar a la rubia teñida, sino que había algo más en el ambiente. ¿Por qué la rubia teñida había madrugado tanto ESA MAÑANA? Siempre llegaba pasadas las diez, quejándose de lo difícil que estaba aparcar. ¿Y por qué se había sentado PRECISAMENTE AHÍ? Si siempre se dedicaba, al llegar, a dar vueltecitas exhibiéndose como una luciérnaga. Había gato pardo encerrado...

Nuestra joven amiga, la increíble bibliotecaria menguante, urdió un plan. Para espantar a la horrible rubia teñida - que empezaba a perfilarse como la malvada villana de esta historia, el lector avezado lo habrá detectado ya- pensó en las moscas. Sí, las moscas (se acordó de Sartre, ella tan leída). Tomó del Laboratorio de Preservación y Conservación un frasco que, había visto el pasado viernes, contenía un cultivo de insectos bibliófagos con los que se quería experimentar un nuevo producto para salvar el fondo antiguo de la Biblioteca. Se acercó con sigilo a Proceso Técnico, y desde detrás de una columna de repertorios bibliográficos destapó el frasco de las moscas y las encaminó -el olor a pachulí del perfume de la rubia teñida habría sido suficiente- hacia la cabeza de la villana malvada de la raya mal pintada.


Pero ¡alas! ¿qué hizo la villana malvada del florido vestido? No bien las moscas se aproximaron a su mesa, repleta de libros por recepcionar, la muy guarra agarró un gordo mamotreto y con rara habilidad e inusitada fuerza -propia de las villanas malvadas- estampó el libro abierto contra el inocente ejército de bibliófagas, que concluyó así su breve existencia bibliotecaria, convertidas en manchas sobre el texto.


De modo que nuestra joven amiga se encontró compuesta y sin moscas. La horrible rubia teñida la había visto por el rabillo del ojo con la raya mal pintá. Se acercaba la hora de abrir la biblioteca. Se encendieron las luces. ¿Qué hacer? (se acordó de Lenin, ella tan leída). Tenía que esconderse, esto se trataba de algo serio. Se arrastró por debajo de las mesas -bueno, no se arrastró, porque estaba ya tan menguada la bibliotecaria que cabía de pie por debajo de las mesas- hacia el Fondo Antiguo, donde había recovecos donde podría pararse a pensar en la situación. Se llegó hasta la zona de los Digestos de Justiniano y se econtró ¡re-horreur! con el cadáver, aún caliente, de la chica del chándal.


La chica del chándal era una usuaria encantadora, que siempre llegaba en deshabillé sportif a la Biblioteca -de ahí su nombre- y escribía una tesis sobre ciertas erratas en el Digesto de Justiniano en la transcripción de Dom Ursicino. Se llevaba bien con nuestra joven amiga, la increíble bibliotecaria menguante, que siempre hizo lo posible por extenderle los privilegios del préstamo cuando se lo pidió, para eso era una chica amable. Y allí yacía, sobre sus anotaciones en latín, la mano derecha con la lupa-detectora-de-erratas-marca-ACME, y con la cadena de las gafas aferrada a la mano izquierda...

¡Gafas! ¡Si la chica del chándal no usaba gafas! Esto era un enigma que empezaba a dejar algunas pistas. El cadáver aún caliente, en la Biblioteca sólo la chica del chándal y la malvada villana rubia teñida, la víctima con las gafas arrancadas al asesino -o asesina- en un último gesto de aprehensión, la bibliotecaria venga a menguar, y en esto que se oye un taconeo que se aproxima a l Fondo Antiguo despacio, muy despacio...


(to be continued)
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