Muchos de vosotros nisiquiera sabéis lo que es un catálogo de fichas. 75 x 125 es algo que no os dice nada. No tenéis una idea de lo que es intercalar fichas en un catálogo (alfabético de autores, alfabético de títulos, alfabético de materias, sistemático de materias, diccionario y topográfico, para empezar a hablar). No habéis mecanografiado 7 ejemplares de cada ficha en una vieja Remington sin engrasar. No habéis practicado la esgrima a la hora del cierre con las varillas de sujetar las fichas al catálogo. Yo tampoco ¿vale? pero me gusta echar broncas.
El catálogo de la biblioteca, como invento, es muy antiguo: parece que en la vieja Biblioteca de Nippur ya se habían grabado en el dintel de la puerta los nombres de los documentos albergados en cada sala. De ahí en adelante los catálogos tuvieron forma de libros (rollo primero, códice despues) en los que no se podían intercalar ítems, sino que se anotaban por orden de ingreso, conforme a un libro de registro. Pero llegó en Francia la Revolución Francesa, y con ella la incautación de centenares de palacios, iglesias, conventos... y de ellos salieron miles y miles de libros que fueron a parar a lo que llamaron "dêpots littèraires", origen de las bibliotecas públicas francesas. Con eso del racionalismo y con la moda que había en la Revolución Francesa de hacerlo todo de un modo distinto al del Antiguo Régimen (cambiaron los nombres de los días y los meses, por ejemplo) a alguien se le ocurrió la idea de anotar los libros incautados cada uno en una hojita de papel, para luego poder intercalar esas hojitas conforme se fueran incautando nuevos libros.
Bien. Esto hay que conectarlo con el ambiente de la época: ¿qué otras cosas salieron por la fuerza, incluso por las ventanas, a miles, de los palacios saqueados? ¿a qué se dedicaba la gente cuando caía la tarde y no había televisión? ¿qué objeto cotidiano permite jugar, entretenerse, ser un pícaro, ligar, hacerse rico o hacerse pobre? ¡Los naipes! ¡Miles de naipes volaron por las ventanas de los palacios franceses! ¡Miles de naipes disparejos tapizaron las calles parisinas!
Y un avispado funcionario - saqueador - revolucionario - catalogador tuvo la genial idea de pegar los papelitos con los datos de los libros a los naipes sin uso, de modo que las nuevas y recien inventadas fichas catalográficas tuvieran entidad, no sólo intelectual sino física, y se sostuvieran por sí mismas.
Guiños de la Historia... ya véis. Podríamos estar catalogando sobre abanicos rotos, o sobre cajas de rapé desvencijadas, pero lo hacemos sobre naipes... ¡de 75 x 125 mm!
El catálogo de la biblioteca, como invento, es muy antiguo: parece que en la vieja Biblioteca de Nippur ya se habían grabado en el dintel de la puerta los nombres de los documentos albergados en cada sala. De ahí en adelante los catálogos tuvieron forma de libros (rollo primero, códice despues) en los que no se podían intercalar ítems, sino que se anotaban por orden de ingreso, conforme a un libro de registro. Pero llegó en Francia la Revolución Francesa, y con ella la incautación de centenares de palacios, iglesias, conventos... y de ellos salieron miles y miles de libros que fueron a parar a lo que llamaron "dêpots littèraires", origen de las bibliotecas públicas francesas. Con eso del racionalismo y con la moda que había en la Revolución Francesa de hacerlo todo de un modo distinto al del Antiguo Régimen (cambiaron los nombres de los días y los meses, por ejemplo) a alguien se le ocurrió la idea de anotar los libros incautados cada uno en una hojita de papel, para luego poder intercalar esas hojitas conforme se fueran incautando nuevos libros.
Bien. Esto hay que conectarlo con el ambiente de la época: ¿qué otras cosas salieron por la fuerza, incluso por las ventanas, a miles, de los palacios saqueados? ¿a qué se dedicaba la gente cuando caía la tarde y no había televisión? ¿qué objeto cotidiano permite jugar, entretenerse, ser un pícaro, ligar, hacerse rico o hacerse pobre? ¡Los naipes! ¡Miles de naipes volaron por las ventanas de los palacios franceses! ¡Miles de naipes disparejos tapizaron las calles parisinas!
Y un avispado funcionario - saqueador - revolucionario - catalogador tuvo la genial idea de pegar los papelitos con los datos de los libros a los naipes sin uso, de modo que las nuevas y recien inventadas fichas catalográficas tuvieran entidad, no sólo intelectual sino física, y se sostuvieran por sí mismas.
Guiños de la Historia... ya véis. Podríamos estar catalogando sobre abanicos rotos, o sobre cajas de rapé desvencijadas, pero lo hacemos sobre naipes... ¡de 75 x 125 mm!
Y a todo esto ¿qué se puede hacer hoy en día con las viejas fichas de cartón del catálogo? ¡Poesía!
Esta es una bonita perspectiva de una torres de catálogos, con un par de usuarios buscando. La imagen de la torre de catálogos simbolizó durante años -en los países con tradición bibliotecaria, no el nuestro- la imagen del saber organizado.
Esta señora está sentada en algo que al principio me pareció un catálogo de fichas... ¡y resultó ser un catálogo automatizado de primera generación! Ya sé que lo que hay al fondo es un avión. Yo qué sé, será la biblioteca de la NASA.
Y aquí tenemos a la responsable del asunto: ¡la catalogadora! Semioculta entre torres de libros por catalogar, precatalogados, inventariados, y por sellar; rodeada de reglas de catalogación, listas de encabezamientos, tesauros y tablas de clasificación de materias.
Esta es otra vista de un departamento de proceso técnico... de antes de que se usara este término. Apreciad el ingenioso invento para sostener, siempre a mano, los volúmenes de no sé qué catálogo o bibliografía; o quizá sean las tablas de Dewey; o quizá Dewey ni había nacido cuando se tomó esta foto.
Estas me encantan. Empezando por el calzado y la vestimenta (¿he prometido ya un próximo blog sobre ropajes e infrarropajes bibliotecarios?) y terminando por la necesidad de ¡5! bibliotecarias para insertar una ficha en el catálogo... una de ellas se tuvo que sentar del esfuerzo. Señor, Señor, nunca daremos gracias suficientes a los ordenadores.
Y casi para terminar, les temps modernes: ¡hombres y mujeres trabajando juntos! ¡la mujer exhibe sus brazos desnudos! ¡el caballero no lleva chaqueta ni corbata! ¡sillas giratorias! ¡una pared sin cubrir de libros! No, si ya lo decía yo: para modernos, los catalogadores. Un beso.
Post Data: despues de terminar este post, me he encontrado una foto moderna, del departamento de Adquisiciones y Proceso Técnico de la Biblioteca Nacional China. Ahí va:
Atención a unos cuantos detalles: el aire acondicionado es por ventiladores, que ni resecan el ambiente ni traen ácaros ni son de esos inteligentes que te resfrían en verano; a la izquierda, salvapantallas tontorrón del que se está tomando un ratito sin hacer nada (en lugar de trabajar como un chino); al fondo, a la derecha, un repositorio de termos conteniendo té, se supone, uno para cada persona, y la chica del primer plano además con otro para el camino.
¡Hala! ¡A disfrutarlo!
Despues de ver estas fotos no me extraña la imagen tan "¿?" que tienen los biblotecarios
ResponderEliminarHola:
ResponderEliminarEstoy iniciando mis estudios en Bibliotecología, y me han dejado hacerle una entrevista a un catalogador. Podrían colaborar conmigo?
Preguntas:
¿Qué entiende por Universo Bibliográfico?
¿Cómo realizar el proceso de catalogación descriptiva y catalogación temática?
¿Cuál es su punto de vista respecto al impato tecnológico y la automatización de los procesos que se siguen en un departamento de servicios técnicos?
De antemano les agradezco.
María Díaz
email: mgdiaz@hotmail.com