Capítulo I
En que se muestra la imagen esotérica de los bibliotecarios, es decir, lo que sólo ven los iniciados en el arte oculto de prestar y devolver libros. La imagen exotérica quedando para el vulgo, los que aún no han abierto sus ojos a la luz y permanecen en la oscuridad. Sólo algunos bibliotecarios saben lo que es esto:
Capítulo II
Que muestra lo que no se muestra y oculta lo que no se oculta. Dice un apotegma patafísico: "Como es arriba sea abajo; como es abajo sea arriba". De donde se colige cierto modo de mostrar a los usuarios de las bibliotecas la imagen de la bibliotecaria: oculta pero no oculta, visible pero invisible, accesible pero inaccesible, leyendo sin leer, mirando sin mirar:
Capítulo III
Donde se dice que si el general Alejandro hubiera encontrado al viejo Diógenes en este sofá en lugar de en un tonel otro gallo habría cantado en la Historia de la Humanidad:
Capítulo IV
En que la lectura se demuestra leyendo:
Capítulo V
Quiénes fueron los belicosísimos biblio-tekarios que hicieron temblar los cimientos del imperio en sus incursiones guerreras hasta las murallas del templo y cómo se los derrotó:
Capítulo VI
De los bibliobuses como fenómeno universal adaptado a la indiosingracia de cada nación y a las protuberancias de cada terreno; de la alimentación del bibliobus; de cómo la mecánica de nada sirve en estas cabalgaduras:
Capítulo VII
Sobre la leyenda de la tribu de los bibliófagos, que vivían más allá de las amazonas y más acá que los biblio-tekarios; que se alimentaban de libros de papel cebolla; que se pirraban por las encuadernaciones de piel de ternera; que mostraron al mundo las variedades del sabor de la tinta china; que aderezaron sus platos con pececillos de la plata; que fueron finalmente vencidos por la edición electrónica:
Capítulo VIII
De las necesidades de las bibliotecarias mirando bien entre las estanterías cuando no mira ningun usuario y está la señora de la limpieza que ha cerrado el baño y tiene la bibliotecaria un apretón que no está la cosa de la cistitis como para aguantarse:
Capítulo IX
En que se cuenta la historia del niño que a fuerza de leer a oscuras porque su mamá no puso las bombillas adecuadas en las lamparas de casa andando el tiempo andandito se hizo bibliotecario gafotas:
Capítulo X
En que culmina esta silva de hoy y se ruega al afamado lector le informe si le gustó y quiere más de lo mismo; y en que para terminar se dice que nos quejamos de vicio y que es cierto, y que una cosa es empujar un carrito lleno de libros y otra bien distinta auparlo en brazos sin ser del mismo Bilbao:
¡Hala! ¡A disfrutar!
En que se muestra la imagen esotérica de los bibliotecarios, es decir, lo que sólo ven los iniciados en el arte oculto de prestar y devolver libros. La imagen exotérica quedando para el vulgo, los que aún no han abierto sus ojos a la luz y permanecen en la oscuridad. Sólo algunos bibliotecarios saben lo que es esto:
Capítulo II
Que muestra lo que no se muestra y oculta lo que no se oculta. Dice un apotegma patafísico: "Como es arriba sea abajo; como es abajo sea arriba". De donde se colige cierto modo de mostrar a los usuarios de las bibliotecas la imagen de la bibliotecaria: oculta pero no oculta, visible pero invisible, accesible pero inaccesible, leyendo sin leer, mirando sin mirar:
Capítulo III
Donde se dice que si el general Alejandro hubiera encontrado al viejo Diógenes en este sofá en lugar de en un tonel otro gallo habría cantado en la Historia de la Humanidad:
Capítulo IV
En que la lectura se demuestra leyendo:
Capítulo V
Quiénes fueron los belicosísimos biblio-tekarios que hicieron temblar los cimientos del imperio en sus incursiones guerreras hasta las murallas del templo y cómo se los derrotó:
Capítulo VI
De los bibliobuses como fenómeno universal adaptado a la indiosingracia de cada nación y a las protuberancias de cada terreno; de la alimentación del bibliobus; de cómo la mecánica de nada sirve en estas cabalgaduras:
Capítulo VII
Sobre la leyenda de la tribu de los bibliófagos, que vivían más allá de las amazonas y más acá que los biblio-tekarios; que se alimentaban de libros de papel cebolla; que se pirraban por las encuadernaciones de piel de ternera; que mostraron al mundo las variedades del sabor de la tinta china; que aderezaron sus platos con pececillos de la plata; que fueron finalmente vencidos por la edición electrónica:
Capítulo VIII
De las necesidades de las bibliotecarias mirando bien entre las estanterías cuando no mira ningun usuario y está la señora de la limpieza que ha cerrado el baño y tiene la bibliotecaria un apretón que no está la cosa de la cistitis como para aguantarse:
Capítulo IX
En que se cuenta la historia del niño que a fuerza de leer a oscuras porque su mamá no puso las bombillas adecuadas en las lamparas de casa andando el tiempo andandito se hizo bibliotecario gafotas:
Capítulo X
En que culmina esta silva de hoy y se ruega al afamado lector le informe si le gustó y quiere más de lo mismo; y en que para terminar se dice que nos quejamos de vicio y que es cierto, y que una cosa es empujar un carrito lleno de libros y otra bien distinta auparlo en brazos sin ser del mismo Bilbao:
me ha gustado
ResponderEliminarjuisjuisjuisjuis... que me da... que me da la risa floja, que me da... juisjuisjuis
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