Se han dicho muchas tonterías sobre la imagen social del bibliotecario. Más sobre la bibliotecaria. Y sobre todo se han dicho en inglés. Yo voy a decir una cuantas tonterías más, en español, pero sobre todo voy a intentar colgar fotos que reflejan nuestro lado más extraño.

20.4.06

La historia de la increíble bibliotecaria menguante (continuación)


Nuestra joven amiga no podía dar crédito a sus ojos: el taconeo que había escuchado acercarse a la sala donde yacía aún caliente el cadáver de la chica del chándal no era ya tal taconeo sino un toc toc toc, toco toco toco, tron tron tron, que anunciaba la presencia de un real ejército de tacones, como pudo comprobar despues de subirse a un escabel desde donde vió acercarse un ejército de bibliotecarias menguantes:


Era todo muy confuso, pero nuestra joven amiga, la increíble bibliotecaria menguante, empezó a atar cabos desde dentro de una caja de balduque en la que se refugió y consiguió pasar desapercibida por las enigmáticas bibliotecarias enanas; su situación le hizo recordar, ella tan culta era aficionada al cine clásico, una escena de "The incredible shrinking man" en que éste se refugiaba del ataque de un gato en una casita de muñecas.


Pero también recordó, con horror, otra escena en la que el increíble hombre menguante se veía atacado por una horrible araña peluda, y se acordó de las moscas que hace un rato habían sido sus aliadas y podrían convertirla en su desayuno...


Pero ¡no! si las moscas yacían espatarradas entre las páginas de un gordo mamotreto, por obra de la villana malvada rubia teñida. Nuestra joven amiga no tenía qué temer en este sentido, pues su biblioteca había obtenido recientemente el codiciado ISO 6900069-1 sobre desinsectación y desratización de instituciones públicas. ¡Uff!

Se sentó de nuevo sobre el rollo de balduque y siguió atando cabos:
  • ella menguaba y menguaba, sin ton ni son
  • la villana malvada parecía esperarla esa mañana
  • la chica del chándal había muerto a manos de algún (o alguna) gafotas
  • la villana malvada ¿llevaba gafas? No lo recordaba
  • pero había atacado a sus moscas (bueno, se había defendido del ataque de las moscas)
  • un ejército de bibliotecarias menguantes había surgido en la biblioteca, de repente
Si había algo importante en todo esto era sin duda la muerte de la chica del chándal, porque los demás acontecimientos al fín y al cabo encajaban dentro de un orden surrealista y poético pero orden al final: cuando ya no le quedaba más balduque donde seguir atando cabos, se salió de la caja, bajó de la estantería saltando entre los Aranzadis y brincó (¡ooops! se sorprendió de su inusitada agilidad) hasta la mesa del referencista jurídico, junto a una grapadora y allí, estremecida, vió reflejada su imagen en la pantalla del ordenador:

"¡Cielo santo! ¡Por todos los Snoopies! ¡Me cago en Mevil Dewey!" Estremecida, ya digo, comprobó que, amén de menguar, se había transformado en Bat-Girl. "Joer, ¿qué cené yo anoche?" se preguntó.

Pero no era tan sencilla la cosa como ¡pun! llamas al Telepizza y tienes un mal sueño: allí estaba ella, era verdad, se pellizcó los ojos por debajo del antifaz y comprobó que no era un sueño. Caminó sobre la mesa del bibliotecario referencista jurídico pero ¡oh cielos! allí estaba él, con sus gafas estrafalarias, agarrando en una mano ¡a Wonder Girl menguada! y en la otra ¡a Super Girl menguada, metida en un frasco!



De nuevo teníamos un malvado villano frente a frente: si la rubia teñida no había vuelto a salir a la palestra (pero no la olvidemos aún) era ahora el referencista jurídico de las estrafalarias gafas el que parecía llevar por el mango la sartén del asunto malvado. No se lo pensó dos veces: nuestra joven amiga, ahora convertida en Bat-Girl, merced a su desmedida fuerza propia de superheroína y a su avezada sagacidad de la que ya se ha hablado aquí, arrojó con certera puntería la grapadora contra las gafas del referencista jurídico, que se hicieron añicos. Se acordó del gigante Polifemo, ella tan leída y tan culta; pero vió a continuación cómo, sin petañear, el malvado gafotas se deshizo de los añicos con un martillito que guardaba en el cajón desde sus tiempos de opositor a judicaturas.


Pasaron por la cabecita de nuestra joven amiga imágenes confusas, como vistas en un Cinexín, de sus compañeras de trabajo (¿qué había sido de todas ellas?), de su abuela bibliotecaria (que le recomendó esta profesión) y, por alguna razón, de su profesora de Botánica. Sabía que los moribundos y los ahogados tenían estas visiones: ¿iba ella a morir?





lo sabremos la próxima semana.

7 comentarios:

  1. plasplas plas plas plas!!!

    Estupendo!!! :D

    Esperando la próxima entrega con impaciencia :D

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  2. Anónimo21.4.06

    ¡Por Diosssss! ¿Cómo pretendes que vivamos hasta la próxima entrega, sin saber qué va a ser de nuestra heroína?
    (la de la historia, de la otra mejor no saber nada).
    En resumen: te superas en cada entrega.

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  3. Anónimo21.4.06

    Me encanta la imaginacion que le echas

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  4. Me halagáis en demasía, chicas, pero lo acepto de buen grado, que lo mío no es la falsa modestia. Algún día ´contaré "Como escribí algunos blogs míos" (se acordó de Raymond Roussel, él tan leído).
    ;-)

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  5. Anónimo21.4.06

    ¿Sabes dónde se puede comprar la bibliotecaria que sale en la primera foto? colecciono bibliotecarias de juguete (bueno, sólo tengo una, pero ya constituye por sí misma una colección!)

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  6. Anónimo22.4.06

    "¡Cielo santo! ¡Por todos los Snoopies! ¡Me cago en Mevil Dewey!"
    Impaciente estoy por saber como continua la increíble historia!

    Saludetes! ;)

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  7. Rosa, no te puedo decir dónde se venden, pero te ofrezco un escaparate:
    http://lisdb.blogspot.com/2006/01/muecos-bibliotecarios.html

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