Hace unos meses leí uno de los libros de Nuria Amat que compré hace años en un saldo, y llevo desde entonces con él en la mesilla esperando a ver si me decido yo a escribir algo similar, a ver si me forro de una vez por todas. Ya os contaré. Pero la cosa que me lleva, o me trae hoy hasta ella es que voy a copiar unos párrafos que he encontrado dentro y que, aunque nos nos hablen realmente de la imagen social del bibliotecario, tienen algo que ver porque hablan de algunos de mis queridos bibliotecarios célebres pero por otra cosa, de merecida fama mundial. Ella misma es una bibliotecaria, célebre pero por otra cosa, (por el tema de los plagios, fue condenada a retirar un manual de documentación) que merecería entrada aparte en mi desordenado directorio de bibliotecarios eximios, ya veremos si da tanto de sí la cosa.
Hablando de plagios traigo a colación uno famoso, de doña ARQ, que aún pillada plagiando in fraganti acusó de haberle cambiado los papeles... ¡al documentalista! que encima era su cuñado, por lo visto. Se nos pasó el denunciarla, si tuviéramos colegio profesional estas cosas no pasarían, ya os digo. Colegio de documentalistas, no de cuñados, aclaro, terminológico que soy.
Volviendo a nuestra autora, Nuria Amat dijo una vez en una entrevista: "ser escritor significa ser un ladrón o ladrona de instantes ajenos y perversos." Y otra vez: "La universidad española de hoy está muerta, punto. Es un sistema burocrático absurdo." Y tambien: "Para entrar en este ámbito literario que a mí me interesa hay que haber leído mucho e incluso yo diría haber copiado en el sentido de que tienes que tener influencias, la única manera de tener esta voz propia, esta mirada particular en el mundo literario sale después de haberse empapado de estos autores." Otrosí: "La universidad es una máquina que distorsiona el pensamiento creativo. (...) Es el reino de la mediocridad."
La cosa es que nuestra autora, que, aclaro, estoy encantado de conocer aunque hace 15 años yo ya leía sus obras de Biblioteconomía y Documentación y hace 12 o así coincidí con ella en un curso de verano de El Escorial, todo glamour bibliotecario por cierto, decía que nuestra autora no deja tintero con cabeza cuando se trata de hablar mal de los bibliotecarios, sus colegas o ex-colegas, y por eso la traigo, por la mala imagen social del bibliotecario, que tambien merece su lugar en el mundo.
Se trata de este libro: Viajar es muy difícil: Manual de ruta para lectores periféricos. Madrid: Anaya & Mario Muchnik, 1994.
Y este capítulo: Deseo de ser funcionario
¿No les recuerda anécdotas contadas en el célebre post de este blog llamado "Hay un artista a tu lado"? Todos podemos estar rodeados de artistas, de grandes escritores olvidados, o de estrellas mediáticas, nunca se sabe. Por otra parte, como ya se contó aquí (puro plagio de otro sitio), Borges contó que sus colegas de la biblioteca Miguel Cané de Buenos Aires no sólo no le molestaban sino que le dejaron la llave de la azotea para que subiera un rato a tomar el aire, y él allí se quedó a escribir tan plácido.
Otro capítulo del libro de Nuria Amat: ¿Qué hago yo en Praga?
Atando cabos, una cosa lleva a la otra. Un escritor que tambien frecuento últimamente, Alberto Manguel, toca tangencialmente alguno de los puntos de los que hemos mencionado. Es un escritor que muchos conocemos por su "Una historia de la lectura" (ojo a que es "una" y no "la" historia de la lectura) y que yo conozco antes que vosotros porque compré la obra en su original inglés, hace años, de saldo, en un mercadillo de libros al aire libre en Amsterdam. Al libro sólo le falta un capítulo "Reading is sexy" que debería escribirle yo, documentalista al que tal vez podría acusar luego de plagiario, si eso. Alberto Manguel fue secretario de Jorge Luis Borges una temporada (leía libros en voz alta al bibliotecario ciego y perezoso) y aquí se ha hablado de otro secretario de Borges. Alberto Manguel ha publicado recientemente en España el libro "La biblioteca de noche", en el que entre multitud de anécdotas y reflexiones bibliotecarias, nos informa de algún otro bibliotecario célebre pero por otra cosa (una hermana de Vladimir Nabokov, por ejemplo, o Leibniz el de la peluca) y nos informa además de que él mismo ha formado parte de esa inextrutable estadística de la que nos habla Nuria Amat, la de los escritores que en algún momento de sus vidas han deseado ser bibliotecarios. Lo que, cuadrando el círculo, vendría a significar que Manguel o bien no tiene un grueso patrimonio ni una gruesa renta, o bien no padece el síndrome de la Torre de Babel. Quod erat demostrandum.
Hablando de plagios traigo a colación uno famoso, de doña ARQ, que aún pillada plagiando in fraganti acusó de haberle cambiado los papeles... ¡al documentalista! que encima era su cuñado, por lo visto. Se nos pasó el denunciarla, si tuviéramos colegio profesional estas cosas no pasarían, ya os digo. Colegio de documentalistas, no de cuñados, aclaro, terminológico que soy.
Volviendo a nuestra autora, Nuria Amat dijo una vez en una entrevista: "ser escritor significa ser un ladrón o ladrona de instantes ajenos y perversos." Y otra vez: "La universidad española de hoy está muerta, punto. Es un sistema burocrático absurdo." Y tambien: "Para entrar en este ámbito literario que a mí me interesa hay que haber leído mucho e incluso yo diría haber copiado en el sentido de que tienes que tener influencias, la única manera de tener esta voz propia, esta mirada particular en el mundo literario sale después de haberse empapado de estos autores." Otrosí: "La universidad es una máquina que distorsiona el pensamiento creativo. (...) Es el reino de la mediocridad."
La cosa es que nuestra autora, que, aclaro, estoy encantado de conocer aunque hace 15 años yo ya leía sus obras de Biblioteconomía y Documentación y hace 12 o así coincidí con ella en un curso de verano de El Escorial, todo glamour bibliotecario por cierto, decía que nuestra autora no deja tintero con cabeza cuando se trata de hablar mal de los bibliotecarios, sus colegas o ex-colegas, y por eso la traigo, por la mala imagen social del bibliotecario, que tambien merece su lugar en el mundo.
Se trata de este libro: Viajar es muy difícil: Manual de ruta para lectores periféricos. Madrid: Anaya & Mario Muchnik, 1994.
Y este capítulo: Deseo de ser funcionario
...los compañeros de Kavafis se limitaban a cumplir con sus trabajos rutinarios, y dejaban al escritor dormitar en paz con sus libros y sus tristes musarañas. Más gravosa es la situación de aquellos escritores que deben compartir parte de sus vidas con funcionarios de bibliotecas. Esta clase de funcionarios se arroga el poder de ser dueño y soberano de los libros, aunque evidentemente no se moleste en leerlos, ya que limita todo su tiempo de lectura a la descripción de portadas. Y ese poder del bibliotecario-funcionario le impedirá aceptar jamás que el desdichado pelagatos que tiene como vecino en su tarea de registro y catalogación de libros pueda ser capaz alguna vez de escribirlos. Esta actitud típica de los bibliotecarios con sus colegas escritores hizo sufrir mucho a Jorge Luis Borges durante los diez años que trabajó en la biblioteca Miguel Cané, de Buenos Aires. Según cuenta su secretario, Rodolfo Alfaro: "Fueron años que recordaba con profunda amargura. Irónicamente, por esa misma época era un escritor famoso, excepto, claro, en la misma biblioteca. En una ocasión un compañero de tareas señaló en una enciclopedia el nombre de un tal Jorge Luis Borges. Al parecer ese señor no salía de su asombro al comprobar la coincidencia de nombres y fechas con el bibliotecario ciego y perezoso que tenía enfrente."
¿No les recuerda anécdotas contadas en el célebre post de este blog llamado "Hay un artista a tu lado"? Todos podemos estar rodeados de artistas, de grandes escritores olvidados, o de estrellas mediáticas, nunca se sabe. Por otra parte, como ya se contó aquí (puro plagio de otro sitio), Borges contó que sus colegas de la biblioteca Miguel Cané de Buenos Aires no sólo no le molestaban sino que le dejaron la llave de la azotea para que subiera un rato a tomar el aire, y él allí se quedó a escribir tan plácido.
Otro capítulo del libro de Nuria Amat: ¿Qué hago yo en Praga?
El lector se quedaría atónito si conociera los datos estadísticos sobre la cantidad de escritores que un día u otro de sus vidas pretendieron obtener un puesto de guardián de libros y desistieron al conocer el mínimo salario que este trabajo reportaba. De entre ellos también es cierto que hubo muchos que cambiaron de parecer precisamente por considerar dicha tarea lujosa y reconfortable en extremo. (...)
Sólo los escritores que disfrutan de un patrimonio o una renta, o aquellos otros que padecen el síndrome de la Torre de Babel, no sienten ni por asomo el deseo de ser bibliotecarios. Esta última enfermedad suele producirla el convivir con una infinitud de libros; quienes la pedecen sufren de inapetencia absoluta de escritura, dada la inutilidad de añadir otro volumen a la portentosa galería. Se apodera del escritor una especie de pánico hacia la letra escrita. A causa de ese mal sin cura ni remedio se frustraron grandes y poderosos talentos hoy desconocidos.
Atando cabos, una cosa lleva a la otra. Un escritor que tambien frecuento últimamente, Alberto Manguel, toca tangencialmente alguno de los puntos de los que hemos mencionado. Es un escritor que muchos conocemos por su "Una historia de la lectura" (ojo a que es "una" y no "la" historia de la lectura) y que yo conozco antes que vosotros porque compré la obra en su original inglés, hace años, de saldo, en un mercadillo de libros al aire libre en Amsterdam. Al libro sólo le falta un capítulo "Reading is sexy" que debería escribirle yo, documentalista al que tal vez podría acusar luego de plagiario, si eso. Alberto Manguel fue secretario de Jorge Luis Borges una temporada (leía libros en voz alta al bibliotecario ciego y perezoso) y aquí se ha hablado de otro secretario de Borges. Alberto Manguel ha publicado recientemente en España el libro "La biblioteca de noche", en el que entre multitud de anécdotas y reflexiones bibliotecarias, nos informa de algún otro bibliotecario célebre pero por otra cosa (una hermana de Vladimir Nabokov, por ejemplo, o Leibniz el de la peluca) y nos informa además de que él mismo ha formado parte de esa inextrutable estadística de la que nos habla Nuria Amat, la de los escritores que en algún momento de sus vidas han deseado ser bibliotecarios. Lo que, cuadrando el círculo, vendría a significar que Manguel o bien no tiene un grueso patrimonio ni una gruesa renta, o bien no padece el síndrome de la Torre de Babel. Quod erat demostrandum.
¡Hala, a disfrutar!
No se si he conseguido redondear el cuadrado o cuadrar el círculo, pero algo mareada si he acabado y ya no se si quiero ser escritora, siendo ya bibliotecaria, o lo que quiero es la llave de la terraza para subirme a leer y a tomar el sol que ¡por fin! parece que se decide a salir.
ResponderEliminarMientras subo y no subo hay algo que no puedo dejar pasar sin comentario: "reconfortante", vale ; "Confortable" también; pero ¿"reconfortable"?. En este caso hasta la Real Academia y yo estamos de acuerdo. Esa palabra no existe.
Y me inclino a creer que la otra palabra inexistente del texto es mas bien resultado de un baile de dedos sobre el teclado: ¿No será "inescrutable" en lugar de "inextrutable"? Aunque si anda de por medio el genio de Doña Nuria, nada es imposible.
¡Ay, cuánto pan ganado a traición!
Por cierto, pinchando en "reading is sexy" aparecen 105 fotos, de las cuales sólo 3 son de muchachos de buen ver, mientras que las mas de 100 restantes (bueno, hay dos o tres de abuelillos o algo así) son casi invariablemente de señoritas mas o menos desvestidas. De lo que se deducen varias cosas:
ResponderEliminara) hay pocos chicos sexys,
b) hay pocos chicos que lean,
c) los chicos sexys no leen, y
d) la selección la ha hecho un caballero, claramente.
¡Señor, señor, cuanto nos queda por hacer a las feministas de pro!
Pues sí, la verdad, todo un caballero.
ResponderEliminarPerdón por la errata: INEXTRUTABLE no existirá, pero qué bonito suena INEXTRUFABLE (dícese de aquél o aquéllo incapaz de convertirse en una trufa)
ResponderEliminarHe encontrado otra errata. El autor del quijote me parece que fue Miguel de Cervantes y no Ana Rosa Quintana.
ResponderEliminar¿Miguel de Cervantes, dices? No he visto su ficha en CEDRO; no hizo imprimir su copyright en el verso de la portada de sus obras; no registró su nombre de dominio, ni su nombre comercial; no pertenece a la SGAE; nunca dio una rueda de prensa reivindicando su obra; no consta entre los 500 novelistas de Doña Carmen; nunca se le ve en fiestas, saraos literarios, presentaciones de libros ni escuelas de escritura creativa; no tiene blog. ¿Quién es ese?
ResponderEliminarVaya, vaya... o sea que por eso la señora Amat renunció a su carrera de bibliotecaria (perdón, de documentalista insigne)... Cuando escribía despectivamente "funcionario" sabía de qué hablaba, que una "funcionaria" (en el peor sentido del término) de la docencia como ella no me he encontrado nunca. ¡Afortunado aquel que no la hubiera tenido en clase! (Y aun gracias a que los que la teníamos la teníamos muy pocos días, que las más de las veces ni se presentaba). Vivir para ver...
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