Tengo la manía enciclopédica, no la puedo perder, y menos ahora que hemos comprado una Enciclopedia Británica de segunda mano y (voy a ver si) puedo pasar algunos ratos leyéndola, como dice Borges que hacía. Vamos, que prefiero las cosas ordenadas, es lo que digo. Y de todo lo que llevo yo dicho en estos 9 meses de gestación de La Imagen Social del Bibliotecario lo más ordenado digo yo si no habrá sido la serie "Célebres pero por otra cosa", y toda vez que aún me quedan algunas celebridades por comentar, además que he detectado en Google Analytics que hay lectores con una especial querencia por este 027(100)(058), vamos a continuar ofreciendo apócrifas biografías, cuando no falsas, de seres que si despuntaron en algo no fue en las bibliotecas. De modo que allá vamos:
Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912).
El autor de la expresión "España, martillo de herejes", de la frase "Pueblo que no sabe su historia es pueblo condenado a irrevocable muerte", de jocundos versos imitando las odas horacianas, o de obras monumentales como la "Historia de los heterodoxos españoles" fue, entre otras cosas, Director de la Biblioteca Nacional de España entre los años 1898 y 1912. Tras acabar en Madrid su carrera universitaria, dice la Wikipedia que "trabajó entre 1876 y 1877 en bibliotecas de Portugal, Italia, Francia, Bélgica y Holanda"; ¿cómo lo hizo? Pues resulta que a los 20 años ya había presentado la tesis, pero no tenía la edad para opositar a cátedra, de modo que pasó 5 años becado por el Ayuntamiento de Santander recorriendo Europa, leyendo y comprando libros (de modo que lo que se dice de que trabajó de bibliotecario, no sé yo si no será que visitó bibliotecas y en ellas trabajó... leyendo. Modificaré la wiki). A los 22 años sin embargo ya es catedrático, y a los 25 académico de la lengua; a los 28, diputado de la Unión Española (ala derecha del partido conservador). Se decía de él que "conocía el lugar exacto del millón de libros de la Biblioteca Nacional, (...) o que leía a la vez dos páginas de un mismo libro, una con cada ojo, conservando además memoria fiel de la plana y de la línea en que se hallaba tal o cual sentencia" [Vida y obra de MP].
El insigne polígrafo montañés es una de las pocas personas de las que se puede decir que haya sido un insigne polígrafo montañés, lo cual en el peor de los casos no es poco. ¿Y qué es un polígrafo? Pues una persona que escribe mucho, pero no demasiado. Cuando escribe demasiado se le llama grafómano. Cuando escribe muy poquito no se le llama de ninguna manera en particular. A Don Marcelino nadie le llama "el insigne grafómano montañés", y eso debe de querer decir que no escribió demasiado; bastante, sí, pero no demasiado. El mismo insigne polígrafo, en su obra "Los grandes polígrafos españoles" (Santander: Sociedad Menéndez Pelayo, 1944, lo encontré en el Rastro) ofrece su definición: "Llámanse polígrafos en el más vago y general sentido aquéllos autores que han cultivado diversas ramas de la literatura, ya científica, ya amena, y es claro que los escritores de tal género abundan en todas las literaturas".
Escribió "La ciencia española", "Horacio en España", la monumental "Historia de los heterodoxos españoles", la aún más monumental "Historia de las ideas estéticas en España", la monumentalísima edición de las obras completas de Lope de Vega, la no menos monumentalísima "Antología de los poetas líricos castellanos"... total, así hasta los 65 gruesos volúmenes que incorpora su Obra Completa en la edición incompleta del CSIC en 1940. Con tanta monumentalidad a sus espaldas lo menos que podían hacer era levantarle un monumento: al poco de morir, encargaron a Benlliure una monumental estatua sedente de su paisano, para ponerla en el vestíbulo de la Biblioteca Nacional, donde está estorbando hasta ahora que la nueva Directora, la escritora Rosa Regás, ha anunciado que quiere que se traslade la estatua a los jardines de la Biblioteca, anuncio que ha motivado una ola de repulsas cántabras y ultraderechistas (!). Hay que reconocer que esto del traslado de la estatua está dando mucho juego: y la cosa es que no se trata de derribar la estatua, como las de Lenin o de Sadam, sino de sacarla al jardín, donde estará con Alfonso X el Sabio, Nebrija y Ramón LLull, entre otros, que no está nada mal. Pero allá películas, por mí como si la ponen en una rotonda soterrada de la M-30. Lo que hay que hacer es leer los libros de este señor en lugar de discutir sobresu estatua.
¿Quieren leer algo suyo muy simpático? Fragmentos de la Epístola a Horacio, poema de MP que abre la colección de traducciones castellanas de Horacio que editó de joven (con 20 años) bajo el título de "Odas y epodos" y que se reeditó en Madrid: Lípari, 1992. Allá van:
Yo guardo con amor un libro viejo,
De mal papel y tipos revesados,
Vestido de rugoso pergamino;
En sus hojas doquier, por vario modo,
De diez generaciones escolares
A la censoria férula sujetas,
Vese la dura huella señalada.
Cual signos cabalísticos retozan
Cifras allí de incógnitos lectores;
En mal latín sentencias manuscritas,
Escolios y apostillas de pedantes,
Lecciones varias, apotegmas, glosas,
Y pasajes sin cuento subrayados,
Y addenda y expurganda y corrigenda;
Todo mezclado con figuras toscas
De torpe mano, de inventiva ruda,
Que algún ocioso en solitarios días
Trazó con tinta por la margen ancha
Del tantas veces profanado libro.
Y ese libro es el tuyo, ¡oh gran maestro!
Mas no en tersa edición rica y suntuosa;
No salió de las prensas de Plantino,
Ni Aldo Manucio le engendró en Venecia,
Ni Estéfanos, Bodonis o Elzevirios
Le dieron sus hermosos caracteres.
Nació en pobres pañales; allá en Huesca
Famélico impresor meció su cuna;
Ad usum scholarum destinole
El rector de la estúpida oficina,
Y corrió por los bancos de la escuela,
Ajado y roto, polvoroso y sucio,
El tesoro de gracias y donaires
Por quien al Lacio el ateniense envidia.
(...)
Vengan dáctilos, yambos y pirriquios,
Caldeados en tu fragua creadora.
¡Que se entrelacen en vistoso juego
Y dancen cual las ninfas desceñidas
Que con rítmico pie baten la tierra!
La antigüedad con poderoso aliento
Reanime los espíritus cansados,
Y este hervir incesante de la idea,
Esta vaga, mortal melancolía
Que al mundo enfermo y decadente oprime
Sus fuerzas agotando en el vacío,
Por influjo de nieblas maldecidas
Que abortó el Septentrión, ante su lumbre
Disípense otra vez. ¡Torne el radiante
Sol del Renacimiento a iluminarnos;
Cual vencedor de bárbaras tinieblas
Otro siglo lució sobre el Oriente,
Los pueblos despertando a nueva vida,
Vida de luz, de amor y de esperanza!
Helenos y latinos agrupados,
Una sola familia, un pueblo solo,
Por los lazos del arte y de la lengua
Unidos, formarán. Pero otra lumbre
Antes encienda el ánima del vate;
Él vierta añejo vino en odres nuevos,
Y esa forma purísima pagana
Labre con mano y corazón cristianos.
¡Esa la ley será de la armonía!
Así León sus rasgos peregrinos
En el molde encerraba de Venusa;
Así despojos de profanas gentes
Adornaron tal vez nuestros altares,
Y de Cristo en basílica trocose
Más de un templo gentil purificado.
¡Adiós, adiós, monarca de la lira!
En vano el Septentrión hordas salvajes
De nuevo lanzará; sobre las ruinas
Triunfante se ha de alzar el libro viejo,
De mal papel e innúmeras erratas,
Que con amor en mis estantes guardo.
Así que eso mismo digo yo: Vengan dáctilos, yambos y pirriquios.
[Para saber más sobre MP]Noviembre de 2006: addenda y expurganda y corrigenda:
- Addenda: que además de Director de la Biblioteca Nacional de España fue bibliotecario de la Real Academia de la Historia en 1899.
- Expurganda: que lo del traslado de la dichosa estatua a los jardines ya no es tal sino traslado no se sabe a qué parte del interior de la BNE, por un informe técnico que dice que no es piedra de exteriores (y digo yo ¿no son todas las piedras, como todas las plantas, de exteriores por naturaleza?)
- Corrigenda: que la antedicha estatua no es obra de Benlliure, sino de Coullaut Valera. La de Benlliure creo que es la que hay en su casa natal en Santander.
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